lunes, 8 de septiembre de 2014

UN DOMINGO PARA PERDONAR


En el Evangelio del domingo, algo parece no funcionar entre lo que se leía y lo que se pensaba. A diario, incluso, rezamos en el Padrenuestro “perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Otra vez Pedro, pregunta a Jesús: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarle? ¿Hasta siete veces?”. Con la parábola que sigue nos hace descubrir que el perdón no solamente supone una actitud en quien perdona sino también en quien es perdonado. El empleado no supo hacer con los otros lo que se había hecho con él. La conclusión es clara: si nosotros no somos capaces de perdonar a nuestros hermanos, tampoco Dios puede perdonarnos. Dicho de otra manera, el problema no radica en el perdón de Dios, su amor es ilimitado, sino en la reconciliación con nuestros hermanos.
En realidad, ¿con quién tenemos problemas a lo largo del día o de la semana? ¿Con Dios o con el prójimo? ¿Con quién nos enfadamos, a quién insultamos o estafamos, a quién tratamos mal, despreciamos, ignoramos, mentimos, sobornamos…? Podemos multiplicar los ejemplos y llegamos siempre a la misma conclusión: si nuestros conflictos son con los otros hombres, con ellos debemos arreglarnos y reconciliarnos. Por eso el perdón cristiano va más allá. Si bien es cierto que, el otro nos ha ofendido, con lo que demostró ser “peor que nosotros”, no menos cierto es que tal ofensa real, pone también de manifiesto hasta dónde llega nuestra real bondad de corazón. Tal vez el camino seguro será la reconciliación. Se transforma en Sacramento, a través de él, nos viene el perdón de Dios y el compromiso de perdonar a los hermanos. El Evangelio es profundo, pensemos lo que quiere Dios de nosotros. No olvidemos que con nuestras propias fuerzas no podemos, necesitamos su ayuda y su Espíritu Santo. Feliz Domingo.

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