La fe es don de Dios, que se nos ha dado si mérito de nuestra parte. Lo nuestro CULTIVARLA para que se de el encuentro.La oración es el cultivo, el riego que nos adentra en la experiencia de ENCUENTRO
Acudimos a la Palabra que siempre nos ilumina. En el tiempo
de Pascua: Los discípulos de Emaús.
Lc 24, 13-35.
Emaús y el Sagrario
Como en la Eucaristía, Jesús está en el camino de Emaús,
real y desconocido, presente e invisible, haciéndose el encontradizo, y los
hombres, torpes, ciegos, deslumbrados, ¡con cuánta dificultad acaban por
encontrarlo! ¡Qué raramente caen en que está allí!
Peregrinos perpetuos del camino misterioso del Sagrario,
¡cuánto hemos menester aprender de los felices caminantes de Emaús, para llegar
como ellos a sentir arder el corazón oyéndolo y a conocer a nuestro Huésped
Jesús partiendo el pan!
Qué hacen los peregrinos de Emaús para darse cuenta de la
presencia de Jesús
Una palabra expresa todo lo que hicieron para llegar a aquel
fin tan dichoso: oración. Estos dos hombres iban de Jerusalén a Emaús haciendo
esto sólo: ORAR.
1. Orar echando de menos a Jesús
El Evangelio tiene buen cuidado de notar, en la descripción
minuciosa del viaje de los dos discípulos, que iban tristes. Y la causa de esa
tristeza, bien a las claras salta que es la ausencia de Jesús...
Aquellos hombres echaban de menos a Jesús, y porque no lo
ven, porque no lo oyen, porque no gozan de su presencia, porque no descansan en
su protección están tristes; y esta tristeza, con todas sus imperfecciones,
honra y gusta a Jesús y merece de Él el regalo de su presencia, aunque sea
velada o disfrazada.
La tristeza del corazón humano
¿Por qué estáis tristes?
… ¡más dinero!, ¡más placer!, ¡más honores!, ¡más vivir!,
¡más triunfar!, ……… ¿más Jesús?
¿Verdad, Compañero divino de la Hostia, que muchos “más……”
te sonarán a aquel grito de Jerusalén: ¡Barrabás! ¡Barrabás! ¡Éste no!?
2. Orar hablando de Él
Los discípulos de Emaús son, sin pretenderlo, unos
excelentes maestros de la vida interior.
Con lo que ellos van haciendo y recibiendo en aquella
memorable jornada, más que un viaje de Jerusalén a Emaús, hacen el viaje,
incomparablemente más ventajoso, largo y feliz,
• de la
incredulidad a la fe viva,
• de la torpeza de
hombres, a las claridades espléndidas de la palabra de Dios interpretada por el
mismo Verbo de Dios;
• de las
pesadumbres y congojas de la vida de sentidos, a la dulce posesión de la vista
cierta de Jesús resucitado de entre los muertos;
• desde el abismo
de la ruindad de la naturaleza a las cumbres de la vida interior del alma.
Cómo hablaban
No toda conversación de o sobre Jesús puede llamarse
oración. ¡Cuántos hablan y escriben y predican de Él lindezas de arte y
primores de poesía y asombros de elocuencia, y..., sin embargo, no hablan con
Él y, por consiguiente, no oran!
La conversación que los discípulos llevaban sobre Jesús era
oración, porque más que conversar el uno con el otro, podía decirse que cada
cual hablaba con un interlocutor invisible que se suponía y a la par no se
creía presente. Aquel hablar tan insistentemente sobre lo que hizo, dijo,
prometió y padeció Jesús, no era para contarse lo que ya sabían, sino como una
rumia de la presencia tantas veces paladeada y gozada; como una nostalgia o
añoranza del bien gozado y que a pesar de su poca fe no acababan de tener por
perdido.
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